jueves, 15 de mayo de 2014

La evaluación


¡Aquí estoy de nuevo!

Hoy os hablaré de un factor clave en todo proceso socioeducativo: la evaluación.

¿Por qué es tan importante?

Porque nos permite valorar de un modo u otro los efectos de nuestra intervención educativa y nos lleva a plantear propuestas de mejora. Algo, desde mi punto de vista, muy importante. Pues somos seres en continua construcción, y por lo tanto, también lo está nuestra labor como profesionales. La construcción y reconstrucción nos lleva a la mejora, una de las claves para el progreso.

Tal y como hemos visto en clase, existen distintos modos de plantear la evaluación:


Enfoque tecnológico.

Se trata de una visión que focaliza su atención en una serie de objetivos preestablecidos existentes en todo proceso educativo. De este modo, pretende determinar hasta qué punto esos objetivos han sido alcanzados. (Tyler, 1950).


Este enfoque comprueba aspectos como el grado de eficacia y persigue la máxima objetividad para dejar de lado otros aspectos como la ética y la moral y los intereses y preocupaciones de los participantes y destinatarios de los procesos educativos.

¿Por qué tanto énfasis en la objetividad?

No es más que un intento de aplicar modos de recogida de información (instrumentos de medida y procedimientos y diseños de análisis de datos) lo más fiables posible.

En educación todo está previsto y calculado minuciosamente, y como no puede ser de otro modo, será medido al detalle de un modo preciso y bien planificado.

Puede ser que tras leer estas líneas os haya venido a la mente la idea de la rigidez, de la falta de flexibillidad de este enfoque. De ser así, no os habéis equivocado en absoluto. Este enfoque de la evaluación  se centra tanto en lo previsto y preestablecido que no es capaz de evaluar lo no previsto y los efectos secundarios de todo proceso educativo.

Desde mi punto de vista, este enfoque comente un grave error al centrarse en el producto y dejar de lado el proceso, cuando es en éste donde suele darse lo más importante: el desarrollo de las habilidades, el crecimiento de cada persona. Los resultados finales no son lo más importante de un proceso educativo sino el modo en que se han obtenido esos resultados.

Enfoque orientado a la decisión.


Este enfoque, como su propio nombre indica, pretende obtener información para poder formar juicios y tomar decisiones acerca de la continuidad o mejora del programa. Algo muy adecuado y eficaz, pues como ya he dicho antes, el intento de mejora es clave en la calidad de cualquier intervención educativa.


A diferencia del anterior, este enfoque habla de la evaluación continua, es decir, tiene en cuenta todo el proceso: el antes, el durante y el después.


Evaluación = Valoración.

Esta vez nos alejamos completamente de la evaluación para valorar los resultados del programa o proceso educativo y nos centramos en el mérito o valor de aquello que evaluamos. Y en esa valoración no solo hay un evaluador, sino que se pasa a tener en cuenta a todos los participantes en el proceso educativo. Algo, a mi parecer, mucho más enriquecedor. 

Dentro de este enfoque existen muchas corrientes:









Técnicas e instrumentos de evaluación.

No solo hay variedad en cuanto al modo de enfocar la evaluación sino también en cuanto a las técnicas e instrumentos de evaluación. Algunas de éstas son el análisis de documentos, la entrevista, los cuestionaries, la observación, las técnicas de análisis en grupo y las técnicas creativas.





¿Con cuál nos quedamos? ¿Cómo evaluamos?

Lo ideal es recoger datos sobre todo cualitativos, pero complementarlos con cuantitativos, no evaluar solo productos sino también procesos, evaluar tanto lo previsto como lo no previsto y obtener una triangulación de datos de modo que contemos con información proveniente de distintos agentes implicados en el proceso. 


¡Hasta la próxima!

Brenda Sáez Serrano

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